En la foto de portada se aprecia una persona (Tlatoani ) envuelta en una manta de algodón y sentada en su silla de tule (equipalli). Se aprecia así mismo un petate del mismo material, exactamente como los conocemos hoy día. Delante, un adorno u ofrenda con plumas de quetzal y un collar de jade. Al fondo esclavos del difunto que serian sacrificados.
Cuenta la historia que en las costumbres funerarias del México antiguo, la cremación era común, sobre todo para los tlaloque, tlatoanis y nobles. Los ritos funerarios se efectuaban cuatro días después de la muerte. Las personas que participaban en la ceremonia ofrecían mantas y otras cosas pero principalmente esclavos «para matar delante del difunto» (Motolinia, 1554) . Envolvían el cuerpo en quince o veinte mantas finas, ponían un jade en la boca para representar el corazón…
Los sacerdotes recibían el cuerpo y allá en el patio del templo lo quemaban con ocote y con «cierto género de incienso que llaman copalli«. Para que guiase al difunto, mataban un perro, flechándolo con una saeta en el pescuezo. En este relato el perro conducía por las nueve casas del camino, por las barrancas así como para pasar por las aguas.
Cada año se hacían ceremonias ante la caja (del muerto), sacrificando codornices, conejos, aves y mariposas, al mismo tiempo que ofrecÍan comida, pulque, flores, caños de tabaco y mucho incienso. Durante cuatro años se repetían las exequias para el «señor principal» y «en esta memoria de los difuntos, los vivos se embeodaban y bailaban y lloraban, acordándose de aquel muerto y de los otros sus difuntos». **
** Fragmento de «La Muerte del Tlatoani», escrito por Doris Heyden.
Foto de portada: Códice Tovar. Enciclopedia Mundial Digital