Leyenda del QUINTO SOL (La creación del hombre) en la religión del Mexico prehispánico

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Los Dioses convencieron a Chalchitlicue (Diosa de las aguas serenas) de que subiera al cielo y se convirtiera en Sol. Al principio Chalchitlicue estaba renuente a la proposición, pero al final subió. Entonces los Dioses crearon a un hombre con los huesos, pero lo hicieron tan chiquito y delgado que se les perdía entre las manos. Este hombre corría y corría, pero no les hacía templos ni sacrificios a los Dioses.

 

Entonces Chalchitlicue se enojó con ellos tanto que estalló y llenó el mundo de agua. Ese hombre se convirtió en pez, dándole término al primer Sol y a la primera Vida. La segunda vez que los Dioses se animaron a crear a otro hombre le pidieron a Ocelotl (Jaguar) que fuera el Sol. Crearon a otro hombre, pero esta vez no tan pequeño, sino ahora enorme. Estos hombres eran tan grandes que, por lo mismo, eran torpes y flojos. Y eran tan torpes que comenzaron a tropezarse uno con otro. Al tropezarse y caer al suelo se rompían (estaban hechos con barro), formando los cerros, la flora y la fauna. Entonces, Ocelotl bajó del cielo y dio término a la segunda Vida y al segundo Sol.

 

La tercera vez que los Dioses decidieron crear a otro hombre le pidieron a Ehecatl, Dios del viento, que fuera el Sol. Los Dioses ya no quisieron hacer al hombre con barro, pues les había salido muy mal; decidieron, mejor, hacer al hombre con el alimento sagrado, el maíz. Pero esta vez el hombre les había quedado tan perfecto que todo el día se veía en un espejo y no hacía nada, ni templos, ni sacrificios. Los Dioses nuevamente se volvieron a enojar y convirtieron a este hombre en chango. Terminó así el tercer Sol y la tercera Vida.

 

Ya cansados los Dioses decidieron intentarlo nuevamente y esta vez le pidieron a Tlaloc que subiera al cielo para convertirse en Sol. Los Dioses decidieron volver a hacer al hombre con maíz, pues el último había quedado muy bien, pero esta vez le pidieron a otro Dios que le hiciera un corazón. Pero este último Dios nunca vio el tamaño del hombre y resultó que el corazón era muy grande, que apenas si podía encajárselo. Pero para mala suerte de los Dioses, este hombre se la pasaba hablando mucho. Era un hombre muy bueno; pero demasiado mproductivo. De esta manera, los Dioses se enojaron mucho.Entonces, convirtieron al hombre en guajolote. Terminó así la cuarta Vida y el cuarto Sol.

 

Los Dioses hartos y cansados, se negaron a hacer un quinto intento. Quetzalcóatl, por su parte, trataba de convencer a los Dioses de todas las maneras posibles para que una vez más lo volvieran a intentar. Y cuando Quetzalcóatl se fue, los Dioses le pidieron a Mictlantecuhtli que escondiera los huesos, con los que crearon a los hombres, en lo más profundo del Mictlán.

 

Los Dioses no querían sentirse tentados a volver a intentarlo. Pero, Quetzalcóatl, al enterarse, decidió bajar al Mictlán por los huesos. Una vez ahí, se acercó a Mictlantecuhtli y enseguida dijo:

—Vengo en busca de los huesos preciosos que tú guardas,vengo a tomarlos.

Y Mictlantecuhtli le dijo:

—¿Que harás con ellos, Quetzalcóatl?

Y una vez más dijo Quetzalcóatl:

—Los Dioses se preocupan porque alguien viva en la Tierra.

Y respondió Mictlantecuhtli:

—Está bien, haz sonar mi caracol y da vueltas cuatro veces alrededor de mi círculo precioso. Pero su caracol no tenía agujeros; entonces Quetzalcóatl llamó a los gusanos. Y éstos le hicieron los agujeros. Luego entraron allí los abejones y las abejas y lo hicieron sonar.

Al oírlo Mictlantecuhtli, dijo de nuevo:

—Está bien, si tú quieres ve y toma los huesos. Pero, al mismo tiempo, Mictlantecuhtli dijo a sus servidores que le avisaran a Quetzalcóatl que los tenía que dejar. Sin embargo, éste no quiso, sino que por el contrario, deseaba apoderarse de ellos. Entonces le dijo a su nahual:

—Ve a decirles que vendré a dejárselos. Luego subió y cogió los huesos preciosos. Estaban a un lado de los huesos del hombre y de la mujer, y los tomó. Después Quetzalcóatl hizo con ellos un hato. Y una vez más Mictlantecuhtli dijo a sus servidores:

—Dioses, ¿de veras se lleva Quetzalcóatl los huesos preciosos? Dioses id a hacer un hoyo.

Los servidores fueron a cavar un agujero, y Quetzalcóatl, tropezándose con sus propios pies, cayó en él, porque las codornices lo espantaron. Con la caída, Quetzalcóatl murió y los huesos preciosos se esparcieron. Después, las codornices los royeron y los mordieron. Poco después, el ladrón de los huesos, resucitó y le preguntó a su nahual:

—¿Qué haré nahual mío?

A lo cual el nahual le respondió:

—Pues como todo salió mal, que resulte lo que sea, señor, mío. Quetzalcóatl recogió los huesos rotos, formando un paquete con ellos y, poco tiempo después, se los llevó a Tamoanchan. Allí los molió muy bien y los puso en un barreño precioso; luego sobre él se sangró su miembro y dejó caer su sangre. Enseguida hizo una larga penitencia y como en un acto milagroso, nacieron los maceguales (los nacidos por la penitencia).

 

Por lo anterior puede concluirse que Quetzalcóatl fue, como se dice, el encargado de crear a la humanidad después de la cuarta destrucción del mundo. Así, nosotros somos los hijos del Quinto Sol, los hijos de Quetzalcóatl y también los hijos del Maíz.

 

 

 

 

 

 

 

Créditos:

Francisco Robles. “Leyenda del Quinto Sol”, en La religión del Mexico prehispánico, México, 2001,
en internet: http://iteso.mx/~dn44934/mitos.html

Foto de Portada: Luke Doyle  NeoMam Studios, Manchester, UK. & Expedia Canada 

 

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