Una mirada al libro «EL SABOR DEL MUNDO. Una antropología de los sentidos»

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Para el hombre no existe otros medios de experimentar el mundo sino ser atravesado y permanentemente cambiado por él. Todo hombre camina en un universo sensorial vinculado con lo que su cultura y su historia personal han hecho de su educación, ya que cada sociedad dibuja una «organización sensorial» que le es propia.

Percibir los colores es un aprendizaje, tanto como escuchar o ver. Tocar, palpar, sentir en el agobio o el sufrimiento es hacer aflorar la piel y el pensamiento ante el carácter concreto de las cosas, pero es también sentirse, saborearse y aveces incluso llegar a sentir disgusto consigo mismo.

Al recorrer un mismo bosque, individuos diferentes no son sensibles a los mismos datos. Está el bosque del buscador de hongos, del paseante, del fugitivo, el del indígena. el bosque del cazador, del guardabosques o del cazador furtivo, el de los e amorados, el de los que se han extraviado en él, el de los ornitólogos, también está el bosque de los animales o de los árboles, el bosque durante el día y durante la noche.

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Le Breton, David – El Sabor Del Mundo

 

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